Levent Kaya

Siempre supe que sería peluquero.

De niño mi lugar preferido era el salón de belleza de mi hermano. Allí pasé días, semanas y meses lleno de curiosidad, viéndolo trabajar y escuchando las conversaciones de la clientela junto al click- clack de las tijeras.

Ya de grande, cuando llego la hora de elegir mi entrenamiento, decidí que tenía que aprender de los mejores para descubrir los muchos secretos que guarda la peluquería. Así que comencé una pasantía con Udo Walz, quien es uno de los estilistas más famosos en Berlín. De él aprendí que hasta los más grandes son también humanos y que la artesanía es como el arte en donde lo más importante es el amor por el material. Más tarde terminé mi aprendizaje bajo la dirección de André Märtens, el me enseñó a ejercitar la modestia y que la belleza es una cuestión de actitud. Por otro lado, Asra me inspiró a desarrollar la paciencia, la dedicación y la devoción. Sin embargo, cuando en el 2007 logré tener el título de Estilista en mis manos y dominar las técnicas y conocimientos comerciales, me sentía todavía más lejos de mi meta (se preguntarán, ¿por qué más lejos en vez de más cerca?) La magia de la peluquería me seguía intrigando, pero no lograba decifrar sus secretos.

Fue solo cuando trabajé por unos años como instructor de jóvenes en el SOS-Kinderdorf en
Berlín (Aldeas Infantiles SOS para niños en situaciones de riesgo ) y vi el brillo en los ojos de los aprendices, quienes como yo eran de orígen inmigrante, y escuché sus corazones latiendo al ritmo del click -clack de las tijeras y el polvo de hadas remolineando alrededor mientras cortabamos, peinábamos y secabamos cabellos. La magia de la peluquería está en la dedicación y en la pasión por nuestro arte y nuestros clientes. Es quizás también una especie de humildad que me gusta describir con el lema “Nuestros clientes no tienen que ser ni Reyes ni Reinas, solo tiene que ser ellos mismos”
Sería un placer daros la bienvenida en mi salón y compartir esa magia con vosotros.